Quizá hemos sentido que el tiempo en esta cuarentena no lo vamos a recuperar. Y aunque esto quizá tenga razón, es muy diferente a haberlo perdido.
Vemos el tiempo perdido cuando por razones ajenas a nuestro deseo, dejamos de hacer las actividades que nos gustaban. Pensamos que nos han robado un lapso de nuestra vida al pedirnos que nos quedemos en casa.
Cuántos de nosotros tuvimos que poner en pausa un proyecto, un negocio, un propósito. Algunos cerraron su restaurante y fueron responsables para no dañar a sus empleados. Otros tuvieron que dejar de entrenar para ese maratón, pero no por eso se han dejado de cuidar. Otros tantos más han terminado una relación a causa del distanciamiento, y otros más se dieron cuenta de que una persona solamente les estaba causando daño y no era tan bueno como pensaban.
Si lo piensas bien el tiempo que hemos estado alejados de nuestras actividades cotidianas no está tan perdido después de todo.
Estar con uno mismo ha servido para reflexionar sobre nuestra vida, sobre nuestros deseos, sobre lo que estaba a nuestro alrededor solamente restándonos energía.
Jamás será tiempo perdido si lo aprovechamos para pensar, para reflexionar. Jamás será tarde para empezar a ordenar esos pensamientos que estaban escondidos entre los escombros del pasado.
El tiempo con uno mismo siempre será algo de lo cual podamos aprender. Pues aunque allá afuera exista una tormenta, dentro de nosotros siempre será un buen lugar para vivir en paz con uno mismo.
Sabiendo lo que queremos y lo que no, vamos a poder decidir a quien le permitimos la entrada y a quien no: El requisito principal será: ¿Qué vas a aportar a mi vida? Yo tengo mucho que ofrecer. Pero, ¿y tú? ¿Buscas solo ser pasajero de este viaje o quieres navegar al frente conmigo hacia el mismo destino?