Sabes, mucho tiempo me la pasé preguntándome por qué eres el mejor papá del mundo y qué había hecho para merecer haber sido tu hijo, es fecha en que sigo sin entenderlo, pero aquel día en el que te llamé por primera vez “papá” lo hice con mucho orgullo, aquel día del padre.
Aunque seas mi padre biológico, siempre he dicho que padre no es el que engendra, sino quien educa, quien enseña, quien te eleva a ser una mejor persona y es por eso que hoy quiero agradecerte por todas tus enseñanzas para ser una persona de bien.
A mi edad he podido comprender todos los sacrificios que hiciste para que tuviera educación. Y aunque nunca he sido un hijo muy demandante, suficiente exigencia tenías con la que tú mismo te ponías.
Las infinitas horas extras de trabajo, sacrificar no ver a tus hijos para darles lo mejor, dejar de ver a mi madre para seguir trabajando y darnos hogar, techo, comida y enseñanzas sobre el significado del esfuerzo.
Papá, en este Día del Padre y cualquier otro día, quiero que vuelvas a sentirte orgulloso como aquella vez que te enteraste que serías padre.
Nunca dudes de los hombres que forjaste al demostrarnos durante todo este tiempo la importancia del respeto, la humildad y de la empatía.
Gracias a ti he aprendido a ponerme en el lugar de los demás y escuchar sus problemas, ayudarles dentro de lo que pueda a solucionarlos o al menos, para servir de desahogo.
Feliz Día del Padre.
Quizá nunca te he expresado lo mucho que te quiero, sin embargo sé que lo sientes por la manera en la que te lo demuestro. Probablemente te fallé alguna vez, quizá te decepcione, tal vez esperabas más de mí, no lo sé. Porque fuiste el orgullo suficiente para no hacerme sentir culpable dos veces. Solo me enseñaste a retomar el camino del buen hombre.