Las infidelidades no se perdonan ni se olvidan, y tampoco se curan de la noche a la mañana. El dolor no deja de sentirse de un momento a otro.
Te habrás dado cuenta de que por fin perdonaste a tu pareja cuando ese dolor que sentías ya no existe, y entonces podrás volver a confiar.
Pero antes de tomar la decisión de perdonar, considera si realmente vale la pena esa relación. Piensa si esa persona te hace feliz o si solamente se la pasa trayendo problemas y discusiones.
La confianza se tiene o no se tiene: No existen mitades en una relación. Si de plano no puedes hacerlo, mejor ni te arriesgues. Porque después de la infidelidad, vienen los celos, las discusiones, las peleas y peor aún, a la violencia.
Perdonar una infidelidad conlleva un sacrificio de las dos partes pero más de la víctima. También es quien más daño recibe pues es ella quien tiene que decidir si va a tolerar y soportar todo el proceso de reconciliación.
Las infidelidades se dan por una falta de compromiso, por una falta de lealtad.
Si quieres seguir adelante perdona, pero antes de eso que te quede claro: Perdonar no es regresar con esa persona que te traicionó.
Perdonamos para seguir adelante.
Y si quieres seguir con esa persona recuerda que será con la colaboración de ambos, si no, mejor ni lo intentes y dedícate a sanar.
Definitivamente la infidelidad es algo que a todos nos puede pasar y que a todos nos puede doler.
Por eso las infidelidades no se perdonan… Se aprende a vivir con ellas.