Reflexión de amor propio:
Hoy me vi frente al espejo y no me reconocí.
Me vi tan cansado, tan demacrado, tan descuidado.
Me reclamé y me hice pequeño. Me juzgué por haber permitido que pasaran por encima de mi. Me grité cobarde y no me quitaba la palabra flojo de encima.
Después de tantos insultos, me vi llorar frente al espejo. Vi que las lágrimas bajaban por las ojeras y pensé: ¿Por qué me sigo causando daño con los insultos? ¿Qué acaso no fue suficiente con las heridas que otros provocaron?
Y entonces, después de toda la frustración, enojo y decepción pase a tener un poco de compasión por mí.
Limpié las lagrimas que restaban. Me vi frente al espejo y me pedí perdón por todo el daño que me he hecho. Pero más, por haberme exigido tanto, cuando lo que merecía era un poco de amor propio para sanar las heridas que otros habían provocado.
Y entonces me amé.
Me vi frente al espejo y dije:
Quizá no sea la última vez que pase. Pero de ahora en adelante no me dejaré solo. Estaré dispuesto a hacerle frente a cualquier adversidad.
Y ante el insulto, el insensato, el daño ajeno y la palabra sin fundamento seré firme y no permitiré ningún otro daño.
Porque me quiero. Porque me cuido. Porque me amo.
Dicen que el amor propio cura, pero no solo eso.
El amor propio protege. El amor propio acompaña. El amor propio defiende, entiende y escucha.
Te puede interesar: