Me dejaste de hacer falta cuando aún seguíamos juntos

Me gustaría decir que te extraño por todo lo que compartimos… Pero, para ser honesto… He de admitir me dejaste de hacer falta cuando aún seguíamos juntos. Hace mucho que aprendí a estar sin ti, siempre estabas tan distante, tan encerrada en ti mismo. A tu lado

Me gustaría decir que te extraño por todo lo que compartimos…

Pero, para ser honesto… He de admitir me dejaste de hacer falta cuando aún seguíamos juntos.

Hace mucho que aprendí a estar sin ti, siempre estabas tan distante, tan encerrada en ti mismo.

A tu lado me sentía más solo de lo que me siento ahora que no estás y descubrí entonces la verdadera felicidad.

Supongo que haber dejado de gastar energía en nosotros me ha permitido invertirla en mí, conocerme un poco más y empezar a descubrir que la persona que traté de ser por ti no se parece a la que en verdad soy.

Ha pasado el tiempo y no he vuelto a saber de ti; tampoco he sabido de mí, al menos no de la persona que era cuando estaba a tu lado. He cambiado desde entonces, o mejor dicho, he vuelto a ser yo.

A veces creo que más que una compañera de viaje eras un ancla, evitabas que me quedara a la deriva pero no me permitías ir más lejos de tu órbita; tenía que soltarte para darme cuenta que soy capaz de mantenerme a flote por mí misma.

Te fuiste en cuanto te lo pedí, creo que de antemano sabía que no harías ningún esfuerzo por quedarte porque entendiste antes que yo que las relaciones no deben forzarse, o se dan o no son para uno; así de simple.

Te puede interesar: Hoy por fi me alejé de quien me hace daño

Fui yo quien tardó demasiado en darse cuenta de que lo único que nos unía era mi necedad por mantenernos juntos, prolongué tanto lo inevitable que a la larga lo que más me dolió de decirte adiós fue no haberlo hecho antes.

¿Qué fueron de esas tardes con tus labios en mi espalda? ¿Cómo fue que los “te amo” se convirtieron en meras palabras llenando silencios?

Me cuesta recordar en qué momento dejamos de ser felices, de hecho, a veces sospecho que ni siquiera lo fuimos. Estábamos tan acostumbrados a pretender que lo éramos que quizá olvidamos cómo se siente la verdadera felicidad; era difícil que la encontráramos juntos cuando ninguno de los dos la había hallado en sí mismo, pero ahora podemos hacerlo, ya no hay nada que nos impida vivir exactamente de la manera en que deseamos ¡al fin somos libres!…

Aunque el precio de esta libertad haya sido salir de tu vida y aceptar que ya no formas parte de la mía.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

@unpsicoanalista